Día de la Libertad de Expresión: entre la vocación y la sobrevivencia

Una Opinión Jamás Pedida…

Día de la Libertad de Expresión: entre la vocación y la sobrevivencia

Por Martín Gómez G.

El oficio periodístico ha cambiado con el paso del tiempo, como todo en la vida. Y como todo, ha cambiado a veces para bien, a veces no tanto. Lo cierto es que hoy, en el Día de la Libertad de Expresión, vale la pena hacer una pausa para reflexionar sobre el estado actual de esta profesión tan necesaria como incomprendida.

Quienes tuvimos la fortuna de conocer a los periodistas de antes —esos que narraban la historia diaria desde una máquina de escribir o frente a un micrófono, con rigor y casi siempre en el anonimato— sabemos que el respeto que generaban no provenía de su imagen, sino de su trabajo. La gente conocía sus nombres, pero rara vez sus rostros. Y tal vez por eso, su palabra tenía más peso que sus apariciones públicas.

Hoy, los tiempos son distintos. La tecnología ha transformado la forma de comunicar, pero también ha modificado las motivaciones. No son pocos los jóvenes egresados de universidades —la mayoría privadas— que ven en el periodismo una vía para convertirse en influencers, más que en narradores de la realidad. Y aunque esto a veces se juzga con severidad, lo cierto es que responde a una causa estructural que pocos reconocen: vivir del periodismo se ha vuelto extremadamente difícil. La precarización laboral ha empujado a muchos a buscar visibilidad, monetización y hasta fama como mecanismo de sobrevivencia.

A eso se suma una proliferación de asociaciones, grupos y premios que, con honrosas excepciones, han contribuido a diluir el valor del reconocimiento al trabajo periodístico. Hoy, cualquiera puede presumir un galardón «nacional» o «estatal», y eso, en lugar de prestigiar, muchas veces banaliza.

A pesar de todo, este oficio sigue teniendo faros. Periodistas que, sin hacer ruido, con ética, vocación y valentía, sostienen la credibilidad del gremio. A ellos y ellas, mi admiración, respeto y una felicitación sincera. Son quienes dignifican el oficio, aún en medio del ruido.

También extiendo esta felicitación a quienes, como quien escribe, han tenido que alternar la vocación periodística con otras responsabilidades en medios y comunicación. Desde áreas como las redes sociales, las relaciones públicas o la comunicación institucional —incluso en sectores distintos— se sigue ejerciendo, de alguna forma, una labor informativa y de contacto con la sociedad. Y muchas veces, desde ahí, también se defiende el espíritu del periodismo.

Finalmente, no podemos dejar de honrar a quienes han pagado el precio más alto por ejercer este oficio: su vida. En un país que ha sido considerado uno de los más peligrosos para ejercer el periodismo, su memoria no solo nos duele, nos compromete. Porque informar, en México, sigue siendo un acto de valentía.