
Por Martín Gómez G.
Este domingo 1 de diciembre de 2024, Norma Rocío Nahle García hace historia al tomar protesta como la gobernadora número 85 de Veracruz, y la primera mujer en asumir este importante cargo. Este hecho marca un hito, no solo por el género de quien ahora liderará el estado, sino también porque simboliza el fin de una etapa oscura y, para muchos, vergonzosa. Con su llegada al poder, finalmente nos despedimos de Cuitláhuac García Jiménez, un gobernador cuya gestión será recordada como una de las más desastrosas en la historia de Veracruz.
No es fácil ganarse ese título en un estado que ha sido gobernado por auténticos expertos en la mediocridad y la corrupción. Pero Cuitláhuac García logró destacarse por su particular mezcla de ineptitud, arrogancia y servilismo. Su obsesión por imitar a su mentor político lo convirtió en una caricatura, un funcionario incapaz de tomar decisiones propias y que, a fuerza de errores y necedades, fue perdiendo cualquier atisbo de respeto. No solo deshonró su investidura; permitió que el caos y el desgobierno reinaran en Veracruz, dejándolo sumido en una crisis que tocará a Nahle resolver.
Con la llegada de diciembre, el mes más simbólico del año, Veracruz inicia una etapa cargada de esperanza. Muchos ven en Rocío Nahle una líder capaz de reconstruir el tejido social y económico del estado. Su género genera expectativas sobre una administración más sensible, ordenada y eficiente. Pero no nos engañemos: el género, por sí solo, no es garantía de éxito. Rocío Nahle tiene la oportunidad de demostrar que la capacidad, el carácter y el compromiso con Veracruz pueden superar cualquier adversidad. Ojalá no nos decepcione, porque el estado no aguanta más fracasos.
Hoy, los veracruzanos necesitamos más que palabras: acciones contundentes para enderezar el rumbo. Nahle tiene frente a ella la oportunidad de convertirse en un referente histórico o en una continuación de las decepciones. Veracruz merece mucho más, y el tiempo, como siempre, será el juez implacable.