Ganaron juntos, pero no revueltos: Morena y su aliado incómodo

Una opinión Jamás Pedida…

Ganaron juntos, pero no revueltos: Morena y su aliado incómodo

Por Martín Gómez G.

En política, como en el gimnasio, hay quien presume músculo… pero no levanta nada. Así fue el debut electoral de la Sección 10 del STPRM bajo la bandera del Partido del Tucán en Minatitlán: una coreografía perfecta de fuerza en los mítines, recorridos y, sobre todo, en el cierre de campaña, donde miles de petroleros aparecieron uniformados, alineados y hasta coreografiados, como si la vieja maquinaria sindical siguiera siendo garantía.

Y sin embargo, Morena nunca los miró con respeto. Apenas con tolerancia. El desdén hacia sus aliados verdes fue constante: sonrisas de dientes apretados, abrazos congelados, y más de una maniobra para sabotear discretamente su protagonismo en el escenario. Porque a los morenistas puros les incomoda compartir reflectores con estructuras que no controlan. Menos aún con petroleros que todavía creen que el pasado pesa más que los votos.

Pero lo más irónico es que el desdén tenía razón. Porque tras el despliegue espectacular de músculo verde, llegó la hora de la verdad: la urna. Y ahí, el músculo desapareció como turno de la media noche de refinería en navidad o fin de año. Apenas 4 mil votos cosechó el Verde en una elección donde Morena arrasó. ¿Y los 20 mil votos prometidos con entusiasmo de karaoke sindical? Bien, gracias.

La Sección 10 se quedó sola, viendo cómo su aparente fuerza social se desinflaba frente al conteo real. Lo que en el templete parecía contundencia, en las actas fue un suspiro. Y mientras los líderes morenistas posaban para la foto con su socio “aliado”, ya sabían que los votos vendrían de casa, no del sindicato.

El problema, sin embargo, no es solo del Verde. También lo es de la Sección 10, que insiste en jugar a la política con los códigos de los ochenta. Su liderazgo debe entender —si es que quiere seguir en el tablero— que ya no basta con presencia masiva ni con nombres rimbombantes en listas de apoyo. Hoy, el poder no se presume: se traduce en votos. Y si aspiran a volver a ser bisagra del poder local, tendrán que hacer algo más que llenar mítines. Necesitan estrategia, discurso… y un relevo generacional urgente, que no venga del aplauso fácil, sino de la legitimidad en la urna.

Porque hoy, los que alguna vez fueron el músculo que definía elecciones, apenas alcanzan para calambres simbólicos. Si no quieren que la política los archive como pieza de museo sindical, es hora de reinventarse. Con discurso, con estructura real, y con liderazgos nuevos que sepan ganar votos… no solo porras.